26.10.09

il sordo chi parla

La fiesta la democracia está en ruinosamente soberbia. La ruina de los periodistas, que utilizan cuanto elemento esté a su alcance para despertar sensaciones victoriosas en los más ilusos. Son las 1.09 y un balotaje se aproxima. La mentira se vistió con su más horrendo y deplorable traje. El pueblo decide olvidar, dirán algunos, quizá el pueblo nunca recordó, pero sin dudas esto quedará para la historia de la cornudez. El último aliento de dignidad acaba de disiparse, si es que quedaba algo. Los mecanismos democráticos se han manifestado con toda gala. La gente no quiere reconciliarse con nada.

Las cámaras apuntan hacia los defensores de los guardias policiales, y de la seguridad firme y recia. Las alianzas empiezan a descargar su típico olor a podrido, y los más descreídos se emborrachan como en un día desagradable. Los esperanzados lloran desconsolados por los rincones, y los liberales festejan su posible vuelta al poder. Todos están cansados, y asqueados en cierto sentido. Los demócratas se quedan con el gusto ambiguo de una tregua. Los papeles seguirán volando por dieciocho, como plaga.

Los pobres no saben de justicia, y los gendarmes no saben nada de nada. Las palabras corren por todas las bocas animosas de dar sentido al sinsentido más grande de nuestra sociedad. Analistas moderados despliegan su total inaptitud. Explican lo obvio, para la celebración. Los muchachos ya no creen que su hastío les alcance.

más vale rengo conocido, que sordo que habla.

5.10.09

amores loosers

La banda de la noche empieza a tocar, y por entre las nucas Esteban ve que Marisa se besa con un peludo con campera de cuero, le manosea todo el culo con esas manos de metalero. Esteban sabe que Marisa es mucho para él, pero más lo es para ese peludo. Pero qué pedazo de puta, justo con ese gil se viene a liar. Seguro que el gil la lleva para la casa de un amigo, llena de condones usados por todas partes, con olor a huevo y sobaco, le da un poco más de alcohol y se la mete para la cama. Seguro que el gil le susurra un poema de los redondos al oído, con el apestoso aliento a sarro de días, y ella se conmueve y piensa en qué profundo que es este tipo… el lujo es vulgaridad. Seguro que a ella le encanta la mugre del peludo y sus patas con ese tremendo olor a pata. De las mil conchas que pasaron por esa pija. Está bien, dice Esteban, posando la vista en el suelo que es lo más hermoso que puede encontrar esa noche, y mete las manos en los bolsillos a ver si encuentra el tabaco tan necesario, capaz de salvarlo al menos por tres minutos de esta situación insoportable, patética y triste.


A Esteban se le cae una hojilla al suelo pegoteado que es lo más hermoso. Ya no quedan. No es capaz de levantarla. Busca un amigo que tenga cigarrillos. No lo encuentra. Seguro que el conchudo ese sí tiene cigarrillos. Esteban se acerca entre el ruido de la banda de la noche hacia Marisa, ella no se da cuenta. Todavía queda algo en botella, pero muy poco, casi nada. Esteban aprieta un poco más la botella que de costumbre, también aprieta los dientes.

Está bien, sólo es otra puta más.