-Me llamó! Cuando supe que era ella me recorrió un cosquilleo por todo el cuerpo, y se me aflojaron las piernas.
-Pero no le parece mucho, tanta emoción por una llamada? Ni siquiera la conoce...
-No, no sé qué me pasa, me encanta, cuando escuché su vos, las manos me temblaban, y el estómago hacía ruidos extraños, esto no es usual en mí. Estoy muy confundido pero se siente muy bien, es una exquisita sensación de incertidumbre y expectativa...
-Usted está pasando por una crisis emocional, eso me parece, y no sabe lo que dice.
-Yo no se muy bien lo que me pasa, pero con ella siento algo extraño, es totalmente diferente, tiene una mirada que me hipnotiza y sus manos...son perfectas! Son las manos que siempre busqué...con las que soñaba...
-¿Usted es conciente de que corre el riesgo de quedar en completo offside?, es decir, que puede salir perdiendo por imprudente, si persiste en esta postura infantil e ingenua? Creo que no es necesario que le recuerde cómo le ha ido en ocasiones anteriores.
-Sé a lo que me atengo. Y creo que, en la falta, en lo que se puede perder hay algo de gratificante. Cuando uno arriesga mucho, puede ganar mucho, el resto se sabe, aunque a veces se lo eluda, o se lo tape con falsas espectativas
-Entonces me da usted la razón y acepta que es una imprudencia actuar de ese modo...
-No, por el hecho de que, su llamada “imprudencia” es totalmente prudente para mi, y si no existieran tales “imprudencias” todo sería bastante monótono, y señor, aunque suene alocado, a esta muchacha la he estado esperando por mucho tiempo. Por fin siento esa sensación extraña, de no saber si llamarla o no, si me quiere ver o no. Que todo lo que vea o escuche me haga acordar a su armoniosa mirada. Creo y confío plenamente en ese enamoramiento, aunque no sea lo más confiable.
-No me diga nada. Se creó una suerte de vínculo mágico y distendido con esta muchacha, y había una complicidad que, si bien implícita, muy sentida...
-Sí, y...
-Eso lo he escuchado muchas veces, caballero, y le aseguro que es una simple ilusión creada por su necesidad, por la necesidad que tiene de la perfección. Esa es la gran trampa que la gente se hace para sobrellevar una vida mediocre, el crearse mundos ideales a los que nunca va a llegar, y usted, amigo mío, no es la excepción.
-Usted llámele como quiera pero, insisto, creo más valedero “tapar una vida mediocre” con grandes expectativas, que ser un desengañado de la vida, y resignarse a ello...
-A lo que usted llama resignación yo le diría ser precavido, perseverante. Por lo visto, usted no ha comprendido la lógica del método de ensayo y error...
-Pero no le parece mucho, tanta emoción por una llamada? Ni siquiera la conoce...
-No, no sé qué me pasa, me encanta, cuando escuché su vos, las manos me temblaban, y el estómago hacía ruidos extraños, esto no es usual en mí. Estoy muy confundido pero se siente muy bien, es una exquisita sensación de incertidumbre y expectativa...
-Usted está pasando por una crisis emocional, eso me parece, y no sabe lo que dice.
-Yo no se muy bien lo que me pasa, pero con ella siento algo extraño, es totalmente diferente, tiene una mirada que me hipnotiza y sus manos...son perfectas! Son las manos que siempre busqué...con las que soñaba...
-¿Usted es conciente de que corre el riesgo de quedar en completo offside?, es decir, que puede salir perdiendo por imprudente, si persiste en esta postura infantil e ingenua? Creo que no es necesario que le recuerde cómo le ha ido en ocasiones anteriores.
-Sé a lo que me atengo. Y creo que, en la falta, en lo que se puede perder hay algo de gratificante. Cuando uno arriesga mucho, puede ganar mucho, el resto se sabe, aunque a veces se lo eluda, o se lo tape con falsas espectativas
-Entonces me da usted la razón y acepta que es una imprudencia actuar de ese modo...
-No, por el hecho de que, su llamada “imprudencia” es totalmente prudente para mi, y si no existieran tales “imprudencias” todo sería bastante monótono, y señor, aunque suene alocado, a esta muchacha la he estado esperando por mucho tiempo. Por fin siento esa sensación extraña, de no saber si llamarla o no, si me quiere ver o no. Que todo lo que vea o escuche me haga acordar a su armoniosa mirada. Creo y confío plenamente en ese enamoramiento, aunque no sea lo más confiable.
-No me diga nada. Se creó una suerte de vínculo mágico y distendido con esta muchacha, y había una complicidad que, si bien implícita, muy sentida...
-Sí, y...
-Eso lo he escuchado muchas veces, caballero, y le aseguro que es una simple ilusión creada por su necesidad, por la necesidad que tiene de la perfección. Esa es la gran trampa que la gente se hace para sobrellevar una vida mediocre, el crearse mundos ideales a los que nunca va a llegar, y usted, amigo mío, no es la excepción.
-Usted llámele como quiera pero, insisto, creo más valedero “tapar una vida mediocre” con grandes expectativas, que ser un desengañado de la vida, y resignarse a ello...
-A lo que usted llama resignación yo le diría ser precavido, perseverante. Por lo visto, usted no ha comprendido la lógica del método de ensayo y error...
-Ya entiendo lo que insinúa entre líneas, pretende convencerme de que el mejor movimiento es no moverse. Planea mantener una retórica medida, y acompañada de una actitud intachable, siempre resolviendo los imprevistos, para que nunca lleguen a ser tales, y jactarse de su notable sabiduría. Se ha propuesto vivir una vida con riesgo cero, para cuando llegue a viejo, mirar con una solemnidad asquerosa, las grandes pérdidas que se evitó y convencerse de que hizo lo correcto. Pero le digo una cosa, eso nunca lo va a saber.
-Pero...
-Y cuando sea viejo y con una dieta estricta para la presión y el hígado; y vaya al baño cada cinco minutos, y se cuide por la próstata, sólo, sentado en una mecedora, y aturdido por la tranquilidad abrumadora en la que vive, ahí sí que va a desear haberse muerto atropellado por un automóvil mientras miraba a su amada alejarse de usted.
-Qué maneras de hablar son esas? Le recomiendo medir sus palabras. Le recuerdo que estamos hablando sobre usted, no sobre mí, aquí el terapeuta soy yo, y usted me paga a mí para que yo le diga lo que debe hacer...
-A partir de este momento ya no, aparte ya cumplimos los cuarenta minutos.... ah! y no lo estoy viendo muy bien, le recomendaría empezar urgentemente una terapia.