El vino que no vino, pero vos que llegaste. Te pedí un cigarrillo. Me diste tabaco. No me quedan, dijiste. Pero yo la vi. La ví rebosante, tímida y avergonzada. Solitaria y confusa, asomándose por entre el bolsillo inferior izquierdo de tu mochila negra y mullida -de marca Zenit-, descubriendo tres difusas letras: NEV en un ligero descuido del cierre, que quedaba en evidencia, en burda evidencia ante mis ojos torpes y confianzudos, que se sorprendían al descubrir tal escarnio.
me fui entre aterrado y confundido, pero la puta madre!!!, pero la concha de tu madre!!. qué hacer. qué hacer con la vida que quedaba. cómo mirarte de nuevo. me voy sonriendo porque sé que soy mejor que vos. que vos te quedas ahí, andá a saber escuchando qué mierda en tu mp3. pero yo me voy con la desilusión. me voy con la tristeza mientras vos te quedás con la miseria y esa tranquilidad fingida, y con tu tímida autocomplacencia. y a veces no sé que prefiero.
La caja seguía ahí esperándome y no sabía qué hacer. Robarla o pedirte con insistencia. Qué. Qué hago?. Qué te duele más? Pedíme lo que quieras. Ya no queda más rencor. Esa palabra no la conozco. Y vos? Reconoces tus pequeñas miserias y las celebras como quien se compra una empanada de un sabor nuevo.
con mis manos en tus bolsillos me voy sonriendo. mis manos están ahí aunque nos los veas. ya sos vulnerable como una puta pluma en el aire. ya no tenés más la túnica ni la moña ni la merienda. se terminó el recreo y se cerró el salón. qué vas a hacer? esperá a que te vengan a buscar los padres alcohólicos de carlitos, que ellos te quieren no como la trola de tu madre. esperá tranquilo.
Pensar que ya no se puede confiar ni en uno mismo, che.