4.10.10

gritar

ya no estás con ella. ya no te ve con los ojos de ornamenta.
tu mundo interno no es tan basto y las hojas de la calle corren más rápido que tus pensamientos. que se quedan estancos. que se ponen enfermos y se pudren en los lugares húmedos. que quedan doloridos como la garganta de Aguirre en el momento de decirle a Alba que no siga. que se calle.
luego de liar un tabaco y darle la saliva necesaria se dispone a gritar. este grito lo aturde y le quiebra las cuerdas vocales. los dolores se empiezan a expandir. son largos y armoniosos.

AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!

seco y amargo. lleno de tristeza. Aguirre nunca hablaba de las cosas que pasaban entre los pensamientos y los sentimientos. ese grito le dió la chance de sortear los trecientos sesenta segundos que cuenta antes de hacer nada. tiempo de mierda. pero qué tiempo de mierda.
dejarse de lamentos, pasarse de preguntas.

pero qué gil. qué gil.cómo no se apuró a decidir las ausencias que quería tener en su vida. si las penas iban a ser tantas, no hubiera nunca optado por nacer.

23.9.10

A

LO


FASIL


TE


ACOSTUMBRÁS

15.9.10

los paranoicos (I)

Entro en una casa con Vulpe. Hay un pequeño jardín con baldosas blancas y negras, un par de pequeñas fuentes y algunos árboles. Todo antes de llegar al portal.


Nos metemos al pequeño jardín asfaltado, descalzos, con los pies mojados, con barro. Manchamos el piso del jardín y luego en el interior de la casa, también manchamos los lujosos pisos. Al principio sin saberlo, y luego despreocupadamente, y con cierta maldad. Iñaki y HP nos observan desde afuera. Repentinamente llegan los dueños de casa. Una familia. No nos asustamos. Pero el padre parece muy molesto. Llama a la policía. Escapamos. La policía nos persigue, nosotros nos escondemos entre las calles de un barrio desconocido.


La policía nos atrapa.

13.8.10

correr

Llovía a cantaros por la calle mercedes. Nosotros salíamos de un bar a unas cuadras de allí. Habíamos tomado unos whiskis y ya estábamos entonados. Había quienes dijeron de ir al putero. Pero era imposible. Lo mejor era aprovechar las dos hembras y salir de baile.


Vuelvo al escenario. Cuando llegamos, la calles mojadas, las conchas húmedas. Nos esperaban tres ricas niñas en la puerta del Barronil. Nosotros desperdiciamos miradas. Estábamos con nuestras hembras. Entramos a la puerta del Barronil de mala muerte y empezamos a querer bailar. A buscar la suerte. Pero faltaba alcohol. Todo el líquido de la noche estaba corriendo en las calles, o acariciando los clítoris de las doncellas danzantes.


Las personas del lugar eran en su mayoría idiotas disfrazados de imbéciles. Cosa no menor, ya que el idiota que se disfraza de imbécil es más ruin que un imbécil disfrazado de idiota, pero no importa eso en este momento. Tengo la historia de la noche.

Estábamos esperando a que Roberto se pagara todas las cervezas de la noche. Roberto era ese amigo veterano que te da de tomar para envalentonarse con las mujeres, y luego que lo acompañes. Cuando estás ya borracho de su alcohol, no hay otra salida que acompañarlo en sus encares con mujeres de todo tipo.


Al rato Roberto estaba llegando con una cerveza en la mano. Pero no era suficiente. Yo no estaba muy de ánimo, pero no quería irme a casa, estaba muy lluvioso y tenía oportunidades de coger con Rita, que estaba muy cariñosa conmigo esa noche. Si quería sobrevivir esa noche tendría que comprar un estimulante acorde.


Voy y le pregunto a Tevan dónde consigo, y él me señala a un tipo de esos imbéciles disfrazados de idiotas. Con unos lentes con armazón grande y un peinado inglés que le daba un aire de puto amanerado. Me dice que le hable de su banda, y que luego le mencione el asunto.

Pero la banda de él es una mierda! Un montón de putos amanerados haciendo rock blandito y sin fuerza! Bueno, papá, dice el Tevan, es lo que hay. Cada minuto que pasaba me sentía mas deprimido, más cansado, y más aburrido. No había otra opción. Pero no tenía todo el dinero. Primero tenía que conseguir a los accionistas y arreglar una parte con cada uno. Les dije a Mole y a la Pilla que sabía de su debilidad por los clorhidratos y que andaban con plata.

Hablé con los dos. Faltaban 100 pe. Había que ir a un cajero. Seguía lloviendo. Pero a cada gota que caía, se hacía más grande la desesperación y la tristeza.


Le dije a Mole de ir corriendo hasta el cajero y liquidarla. Con su dinero. El Mole titubeó. Pero si hay algo que tiene el Mole, es que no titubea más de cinco segundos y medio. Y así fue. Salimos hacia la calle. El problema era que el puto amanerado tenía que ir a otro lugar a conseguir la cuestión y le tenía que dar la plata ahora porque sino nada. Pero vos me estás tomando el pelo a mí? Lo miré con cara de orto y él tipo encogió sus hombros de puto. Está bien. Esperá que vamos a buscar la guita. El Mole salió corriendo a buscar la gamba. Estaba casi pronto. Sería feliz dentro de muy poco. Eso era bueno.


Al mismo tiempo teníamos que disimular con Roberto. A él no le gustaban esas cosas. Era como los viejos mafiosos. Si querés, morite de un coma etílico, pero no quiero ver que te estés metiendo ninguna de esas mierdas, me entendés? El Robi era así. Con él nada de cuestiones raras. Entonces yo iba de un lado al otro para que no sospechara. Iba, tomaba cerveza, bailoteaba un rato, aunque estuviera cansado, pero bailoteaba porque se acercaba el momento de alivio. Dentro de muy poco. Entonces me reía, y hacía chistes, y estaba muy animado. Y entonces volvía a salir y me fijaba si el mole había regresado con el dinero.


Bien, ya está. Ahora vamos hasta la vuelta. La vuelta era un antro lleno de policías y travestis disfrazados de merqueros silvestres. El lugar no me gustaba nada. El puto amanerado estaba en la puerta esperándome, hablando con uno de sus amigos policías o travestis, no lo distinguí. El puto me dice que le dé la plata y que le espere. Que ya vuelve. Le digo que no, que primero el chisme y después la plata. El puto pone cara de amanerado consternado y se mete al antro. Pasa el rato. En la puerta me quedo con el policía travesti mirándome raro. Es buena, me dice creyendo tranquilizarme. Pasaba el tiempo y el puto no volvía. De vez en cuando miraba para dentro, pero prefería mirar hacia la calle, que estaba mojándose como veterana en recital de Arjona. La calle amplia de Trisván Nartaja con sus semáforos y su basura acumulada en los cordones, que corría libre gracias a la lluvia emancipadora.

Sale el puto pero con las manos vacías. Me dice, entrá. Yo me meto al antro La Vuelta, y lo sigo por un pasillo largo y húmedo. En algún rincón que otro aparecían cajas de puchos y condones usados. Ese pasillo era el antro dentro del antro y con olor a frituras. Llegamos a un pequeño baño.


El puto amanerado de lentes gruesos y peinado inglés abre la puerta. Hay un gordo peludo con pinta de metalero. Seguro que se lo clava, pensé. Entonces veo que el gordo metalero abre la bolsa y se pone a tomar. Pero qué haces? Cuatro gambas, dice, y nada de quejas que esta es buena. El gordo se sirvió dos grandes porciones y se la pasó al puto que se sirvió dos porciones más grandes aún.

Hay que compartir pibe. Es así la vida. La furia incontrolable. La bolsa que se estampa en la cara. El polvo que vuela y cubre de blanco al gordo metalero. Te vas a la concha de tu madre. Estás muerto, pibe.

Correr.

23.6.10

.........................................



siempre se puede morir un poco más.



siempre pudiste matarme un poco más.



siempre pudimos caer un poco más bajo.



mientras que uno cambia de razón para no morir.



pero siempre se puede morir.



no me cuentes nada.



dejálo.



no me digas que de nuevo estoy muerto.



Ya me enteraré por mis propios medios.

28.4.10

caminar

Tu cara se refleja en el sol. Y sé que sos falsa. Las emociones recorren las venas teñidas de alcohol. El amanecer está próximo. No tan próximo como tu muerte. Como la mía. Y creer que vos eras la luz, el faro. Ahora no sos más que sombras. Que penumbras vacías de deseo, de vida.


Ella me hace respirar y carraspea. Es la mugre en la garganta. Acumulada durante meses, años. Años de no decir nada. De fingir estar bien. Ahora todo es claro, pero la verdad ya no alcanza.


Proba herirme. Dale. A ver si podes. Á que te caes en el primer golpe. Eh?. Dale, que la primavera no está ni cerca de tus ojos. De tu lengua.


Ella dice que las cosas nunca fueron como yo las pensé. Como las ví. Las palabras me confunden. Las palabras siempre confunden. El último libro que no pude terminar de leer estaba todavía en la mesa de luz.


Tu vida no es más que una canción triste. En tu cama sólo frazadas apolilladas. Sólo una triste sensación de haber dejado otro domingo atrás. Luego de resacas sucesivas, seguís intentando. Esperando esa nueva resaca que te calme el dolor. No entendés que la resaca sólo se calma con alcohol.


La distancia nunca era demasiada. Siempre podía hacerme sentir bien a su modo. Pensando en volver al lugar de los hechos felices. Al lugar de las emociones de humo. De los besos alcohólicos.


Y el vino puede detenerte por un momento. Y las drogas te hacen sentir más auténtica. Pero estas esperando que venga tu príncipe azul de turno, y echarte en sus brazos, aunque la vida se trate de otras cosas


Y ella a veces se va a cantar cumpleaños, y con hombres que no la conocen.

30.3.10

corazones desdentados

El vino que no vino, pero vos que llegaste. Te pedí un cigarrillo. Me diste tabaco. No me quedan, dijiste. Pero yo la vi. La ví rebosante, tímida y avergonzada. Solitaria y confusa, asomándose por entre el bolsillo inferior izquierdo de tu mochila negra y mullida -de marca Zenit-, descubriendo tres difusas letras: NEV en un ligero descuido del cierre, que quedaba en evidencia, en burda evidencia ante mis ojos torpes y confianzudos, que se sorprendían al descubrir tal escarnio.


me fui entre aterrado y confundido, pero la puta madre!!!, pero la concha de tu madre!!. qué hacer. qué hacer con la vida que quedaba. cómo mirarte de nuevo. me voy sonriendo porque sé que soy mejor que vos. que vos te quedas ahí, andá a saber escuchando qué mierda en tu mp3. pero yo me voy con la desilusión. me voy con la tristeza mientras vos te quedás con la miseria y esa tranquilidad fingida, y con tu tímida autocomplacencia. y a veces no sé que prefiero.


La caja seguía ahí esperándome y no sabía qué hacer. Robarla o pedirte con insistencia. Qué. Qué hago?. Qué te duele más? Pedíme lo que quieras. Ya no queda más rencor. Esa palabra no la conozco. Y vos? Reconoces tus pequeñas miserias y las celebras como quien se compra una empanada de un sabor nuevo.


con mis manos en tus bolsillos me voy sonriendo. mis manos están ahí aunque nos los veas. ya sos vulnerable como una puta pluma en el aire. ya no tenés más la túnica ni la moña ni la merienda. se terminó el recreo y se cerró el salón. qué vas a hacer? esperá a que te vengan a buscar los padres alcohólicos de carlitos, que ellos te quieren no como la trola de tu madre. esperá tranquilo.


Pensar que ya no se puede confiar ni en uno mismo, che.

12.1.10

pasan las cosas

Nada que hacer con nada de lo que alguna vez pensábamos que íbamos a hacer.


Los cigarrillos se acaban, la cerveza se acaba, la vida se acaba y los niños corren en las plazas. Los padres los persiguen, los miran y les gritan que no, que paren, que escuchen, que respondan. Las viejas tratan de sobrevivir un día más, por lo menos un día mas. Los viejos ya están resignados, no necesitan esperar, no desean nada, simplemente se quedan viendo las cosas, con aire sereno. Todos se fueron. Están lejos. No paran de desaparecer.


Mientras las hojas sobrevuelan las calles un día cualquiera, Gertrudis le dice al novio que no lo quiere más. Él se levanta del banco en donde estaban sentados y espera a que ella le diga que se quede, que no sabe, que lo quiere. Gertrudis no duda, ya no. Ella sabe muy bien que el día se fue, como todo lo que sentía por él. Él no entiende pero se queda. Un rato más. Primero la mira suplicante. Luego mira hacia el suelo como esperando la palabra que le salve. No vuelve a levantar la mirada.


Él no sabe, y cree que se acaba el mundo, que se acaban las tardes cálidas y las noches calientes, que el cine ya no le va a dar más memoria. No entiende cómo va a empezar de nuevo, no se anima a imaginar, no puede. No quiere llorar, pero cree que se le acaba el mundo. No quiere olvidar.


Pasan los días y se va a las plazas en busca de un poco de compañía visual, trata de conectarse con las cosas que pasan a su alrededor, quiere ver. Gertrudis en cambio se queda en casa viendo fotos viejas, de cuando era chica e iba a veranear con sus primos a La esmeralda, sólo llora cuando se cuela alguna foto imprevista, de esas que no quedan en la memoria visual habitual. Las agarra fuerte, no puede soltarlas después de un rato, las estropea. No puede tener las manos vacías. Trata de agarrar lo que sea. A veces hace tiempo en el almacén de la vuelta tocando las frutas, como agarrándose de ellas, como pidiendo ayuda a los melones y los duraznos. Le gustan los duraznos, pero le gusta más tocarlos que comerlos.


En la plaza los niños le sonríen como a él le gustaría que lo hagan las muchachas. Siempre se quedaba los primeros minutos viendo la gente pasar, hasta que se detenía en una situación que le parecía peculiar.